INTRODUCCIÓN
En nuestros
días, la deuda externa se
ha convertido en un grave obstáculo para el desarrollo
humano de los países más pobres del mundo, que
deben utilizar sus escasos recursos para
devolver los préstamos, en lugar de invertir en el
bienestar de su población. La desigualdad entre el Norte y
el Sur cada día se hace más escandalosa. La
gravedad de la crisis actual,
generada por la deuda externa, unida a la oportunidad que ha
representado la llegada de un nuevo milenio, ha llevado a
ciudadanos de diversos credos, opiniones e ideologías, a
unir sus energías para buscar conjuntamente soluciones a
una situación que impide a mil millones de seres humanos
salir del túnel del hambre y la
pobreza.
Las soluciones que
se han arbitrado hasta el momento no dejan de ser meros parches.
El Banco Mundial
(BM) y el Fondo Monetario
Internacional (FMI),
reconociendo la magnitud de esta crisis, acordaron en 1996
reducir parte de la deuda de los países más pobres
mediante la iniciativa para la reducción de la deuda de
los países pobres altamente endeudados (PPAE).
El
propósito de esta medida era reducir la deuda de los
países más empobrecidos hasta un nivel sostenible.
Sin embargo, de los cuarenta y un países elegidos para
someterse a esta iniciativa, sólo cinco han recibido el
beneplácito, y el criterio de sostenibilidad que se ha
definido en el marco de unas condiciones tan limitadas, que no
tienen en cuenta el impacto de la deuda en la
población.
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